miércoles, 25 de febrero de 2015

Orgullo y Prejuicio: El día que Caruso lloró.



Todos sabemos que la historia la escriben los buenos, pero el dulce lo ponen los malos. Por eso nos cae bien Loki y Thor es para las minas. Todos, alguna vez, imitamos la mueca dental pos negación de Luke cuando descubre que Darth Vader es su padre. Nos hubiese encantado que sea Skar el que sea cae del alcantilado y quede colgado de las pelotas en lugar de Mufasa. ¿Hubo alguna vez algún villano más querido que El Joker de Heath Ledger? ¿Qué sería de las historias sin ellos?

Hubo tal vez un día, porque habíamos elegido olvidarlo, en el que nuestro héroe encontró su Némesis, ese que sin medirlo le aplicó mafía de la forma más dolorosa: micrófono en mano, la que siempre fue su arma.

Y fue dolor, todo. Las tardes se volvieron grises. Los entrenamientos se volvieron rutina de convictos. Un puñado de días después lo que era una ventana transparente se convertía en vidrios desperdigados por el piso. Como Batman después de Harvey Dent y los tiros, nuestro ídolo se convertía en el perseguido, en la presa; en paria de un club al que tantas veces había rescatado. Caruso Lombardi fue despedido. Por culpa de Juan Camilo Angulo.
 
Angulo se ríe tras tramar la treta que acabaría con nuestro idolo. Malo.
A lo mejor al lector ya descifró el final de esta historia. Pero vale la pena recordarlo, puesto que como toda historia pochoclera, mantuvo en vilo a los fanáticos. Angulo llegó a Tigre en 2010, tras debutar en el America de Cali de su Colombia natal dos años antes. Lateral derecho con proyección (al menos eso decía el folleto) su paso por Tigre no sería recordado de no ser por la razón que estamos escribiendo.

Despechado, dolido, a lo mejor algo celoso, Juan Camilo Angulo Villegas se levantó un día de su cama con ganas de ensuciar. Después de hacer pis en la cocina de su departamento, explotó por radio con una declaración: “Caruso Lombardi le pidió plata a mi representante para jugar en Tigre”.

El bueno de Ricardo estaba preparando cubitos cuando escuchó la noticia en la radio, lo que le hizo perder el equilirio y volcar su contenido en el suelo, conformando una paradoja con su enemigo que minutos antes también había empapado la cocina. Caruso sabía lo que venía. Habían gritado lo que hasta ahora era un murmullo. Lo habían derrotado. Muchos se animaron a redactar unaintención de renuncia y lo esperaron por la sede del Matador. Lo que muy pocos saben, claro, es que esa tarde en Victoria, Ricardo Caruso Lombardi lloró.
(Continuará)

martes, 18 de febrero de 2014

Gordo no, rellenito

Transcurría el año 2008 y la billetera del Club Atlético Independiente comenzaba a hacer estragos. La economía amenazaba con terribles novedades. Había que realizar ajustes, reducir el presupuesto y apostar a jugadores de menor relieve pero con valor para ponerse la del rojo. Allí a través de reuniones exitosas y conversaciones entre dirigentes surge el nombre de Ángel Puertas. Estaba escrito.
El desembarco del defensor de importante porte en la entidad de Avellaneda traía consigo grandes ilusiones. "Llego con la valija llena de sueños, después de mi debut este es el segundo día más importante de mi vida" decía emocionado hasta las lagrimas.


Su campaña anterior arrojaba 32 partidos en Huracán, 0 goles, indescifrables rechazos, algunas rojas, toda una presencia en el área, un jugador a tener en cuenta, un referente. Suficientes argumentos para captar la atención del mandamás de Independiente, por aquel entonces Julio Comparada. Un cerebro destacado en la gestión de uno de los "5 grandes".
La suerte estaba echada. Aunque había sido injusta con él. Solo cuatro partidos con actuaciones que dejaban mucho que desear y críticas  para con su rendimiento. "Solo puedo decir que no estoy en mi mejor momento. Pero no es solo culpa mía" destacaba en uno de sus testimonios. Sus actuaciones, queda claro, no eran las mejores pero dentro de si había algo peor, Ángel sabía que tenía algunos kilos de más.

Sabía que aquellas travesuras de madrugada le iban a salir caro, sus visitas nocturnas a la heladera del buffet de la concentración hacían estragos en su mecanismo. Ni que hablar de las salidas con su compañero Leonel Núñez en busca de salamines y quesos de campo durante las pretemporadas que el equipo realizaba en Tandil. Noches de eternas picadas.
Era tarde para arrepentimientos y Ángel lo sabía. Estaba lento, con falta de timing y con demasiado porte. Ya no levitaba en cabezazos en ambas áreas, era un hombre pesado que solo se limitaba a ver cortados sus minutos. Sus chances se acababan. "Gordo no estoy, rellenito nada más. Siempre fue una característica de mi juego, no me engancho en comentarios mala leche". explicaba en profundo desahogo.

En ese duro contexto la presencia de Puertas en aquella áspera línea de cuatro defensores roja se fue desvaneciendo. Volvió a tener otra chance al torneo siguiente pero la escasa suma de tres cotejos le abrió la puerta de atrás. Ángel se despedía de Independiente con la valija, los sueños rotos y algunas cosas más producto de excesos y más excesos. Una risa del destino, una jugada en contra.

El fútbol lo llevó a probar otros horizontes. Tras un leve paso por Tacuarembó en el recomendable y vistoso fútbol uruguayo Ángel volvió porque "el fútbol argentino me extraña".
Es así como desde el año 2010 el entrañable defensor forma parte del plantel de Platense, equipo que milita en el fútbol de ascenso donde aseguran sus más íntimos que es un hombre nuevo, renovado y con más hambre que nunca. No podían esperar menos de él.




lunes, 17 de febrero de 2014

Mi chico de Humo

Aquellos lectores que hacen de la noche su consejera comprenderán sabiamente el concepto: No todo movimiento percibido en las sombras termina por ser realmente una oscilación. Así parecía entenderlo Abelardo Vallejos,  enfermero encargado del cuidado del entrenador argentino Ángel Cappa, quien cayera en coma dos años atrás tras sufrir una hemorragia verborragica de Fase II tras declarar que la Presidente de los argentinos Cristina Fernández le parecía una “política de pura cepa”, situación que conllevó a la mandataria a ser intervenida quirúrgicamente tiempo después.

En el otoño de aquel crepúsculo, Abelardo Vallejos, lector entusiasta de Las Aventuras de Isidoro Cañones, se enfrascó en su lectura haciendo caso omiso al lecho donde yacía Don Ángel, cuya Historia Clínica hacía reflejo del fallecimiento de su etapa como entrenador de fútbol tras sufrir tres descensos consecutivos. En ocasiones esporádicas, Vallejos alzaba la vista por encima de sus anteojos culo de botella y observaba la nula reacción de quien resultaba ser su asistido.

Fue quizá en un capitulo realmente fructífero de las historietas del playboy argentino más famoso hasta Ricky Fort donde Vallejos dejó volar su entusiasmo y creyó percibir (aunque hizo caso omiso) movimientos en la cama de Cappa. La repetición constante de una frase que martillaba su cerebro que parecía decirle No estamos solos en este Universo, Abelardo, con la voz de Sr Spook y la sensación de invisible vibración bajo las sábanas del ex entrenador de Huracán acabaron por incomodarlo y se puso de pie, alerta, armado con su rodilla derecha. Nada se movía. Reinaba la calma.

En ocasiones su paciente había evidenciado algún que otro signo de que aún permanecía con vida y que incluso se la pasaba en grande meditando en sueños. Abelardo mantenía siempre consigo una linterna, un balde con arena y un matafuegos; elementos de prevención que le hubiesen sido útiles aquella noche en la que Don Ángel estuvo especialmente activo mientras fantaseaba y una densa nube de humo negro comenzó a emanar de su cabeza, obligando a Vallejos a apelar a sus instintos más bajos para apagar el principio de incendio.

Esa noche sería diferente. Porque Abelardo, observando con tenacidad y detenimiento la cabeza de Cappa (la cual encontraba fascinante) no percibió que los dedos de Ángel lentamente volvían a la vida, con un leve desplazamiento de su dedo índice hacía la extensión de su mano ahora abierta. Los párpados temblaron y con ellos los de Vallejos, que preocupado, recordó que no se había hidratado en la cantidad necesaria, volviendo potencialmente ineficaz su posibilidad de acción. Claro está que el enfermero no esperaba semejante reacción por parte de su custodiado.

Los dedos de Cappa chasquearon, despejando suavemente el manto que lo ocultaba descubriendo que el pulgar de su mano izquierda presionaba hacía abajo el meñique, conformando un perfecto número tres digno de un infante de Sala Celeste. Su mirada se liberó finalmente y tras un largo silencio (propiciado por el infarto que había sufrido Vallejos, a esta altura del relato ya fallecido) una voz rasposa y ahogada por el encierro que resultó ser la suya le devolvió la vida a sus orejas.

-Messi… perdió… la…pasión…- exclamó como pudo, mientras se erguía en la cama. Se puso de pie y de un salto, escapó por la ventana.
 
Cappa parece emular la famosa escena final de Terminator II: El Juicio Final cuando declara "Todavía queda un microchip"
Pasaron casi dos años y mucha agua abajo del puente desde aquella entrada titulada De Transexuales y esfínteres correctos, último texto publicado en este más que discontinuo espacio en el que homenajeamos a los antihéroes de la pelota. Reconocemos desde la trinchera la realidad adversa de quienes ilustran estas producciones: No es sencillo ser una figura pública (de mayor o menor relevancia) cuyos actos siempre estarán expuestos a las mordaces opiniones de quienes consumimos constantemente el mundo del balompié.

Mas despierta Cappa una experiencia nueva, un logrado conjunto de reflexiones de tinte agresivo fecundadas por el valor añadido de quien actualmente se encontraba en el anonimato y lejos de la faceta por la que debería obtener crédito que generalmente empiezan con un ¿Para qué carajo habla este tipo? y parecen terminar en el mismo lugar.


El punto es que, en el largo letargo que se encontraba inmerso Don Ángel, encontró la forma de reinsertarse en el circuito criticando un mercado que le resulta inalcanzable y en el cual él cree, haría mejor trabajo que los presentes: Crítica el estilo de juego actual de Barcelona, espejo de sus más devotos deseos futbolísticos en el último lustro y no conforme con semejante muestra de senilidad, psicoanalizó la actualidad del mejor jugador del mundo determinando que Messi había perdido las ganas de jugar. Claro está que Lionel marcó más tarde dos goles y diplomático, aseguró que no le importaban las declaraciones de su compatriota, acaso ocultando con un ápice de vergüenza que no sabía ni quien era en realidad.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Retratos de un ídolo: Un devoto del amor



Cuenta la leyenda que, allá lejos, en la época dorada del periodismo argentino, nacía en algún punto del año 1943, Horacio Pagani. Puchito (así le dicen en el barrio) no era un hombre cualquiera sino un romántico de esos que no abundan, un caballero, un tipo delicado. Su éxito con el sexo opuesto era incuestionable, había nacido para eso. El pasar de los años y la experiencia le habían revelado trucos que casi nadie sabía. Además de romántico, Horacito era un sabio.

La vida de Pagani transcurría con calma. Había transitado una adolescencia de pasión y lujuria, tenía un talento, un don, y él era consciente de eso. Transcurría el año 1996 y mientras Horacio desayunaba con la cotidianeidad que lo caracterizaba en sus años mozos, un pibito de San Fernando debutaba en Boca Juniors y comenzaba a hacer sus armas en uno de los "grandes" de nuestro país. Se llamaba Juan Román, y realmente era un virtuoso, se notaba su futuro de apenas mirarlo, iba a ser bueno, Horacio lo notó.

Para aquella época Pagani ya ocupaba un rol de importancia en el periodismo. Era un hombre referente, experimentado y por supuesto una voz autorizada para hablar de fútbol. Los años en el diario lo habían puesto al tanto, ya había oído hablar del joven Riquelme, una joyita de Boca que venía de Argentinos.

El tiempo solo acomodó las cosas, le hizo un guiño al destino y se pusieron de acuerdo. Horacio conocía a Juan Román. El instante era mágico, describirlo sería digno de una obra literaria (créame el redactor no tiene tanto talento), era un flechazo, amor a primera vista. Pagani contenía una catarata de emociones, se sentía raro, parecía que de tanto ver fútbol algo se le había escapado.
Cuentan voces autorizadas que aquella tarde (la del debut) tartamudeó por primera y única vez. Se sentía intimidado por el joven, pero a su vez sabía que ese sentimiento se llamaba amor.

Transcurrieron los años, Riquelme fue convirtiéndose en un jugador distinto y con él, Pagani se fue desvirtuando. Su carácter cambió, su temple desenfocó totalmente, se había vuelto un tipo gritón, patotero, salvaje, un malcriado. Su rol de viejo sabio desembocó en apenas un panelista que se decía fundamentalista de Riquelme. Había perdido su lucha, su obsesión lo transformó, lo convirtió en un "payaso mediático".


Aquel apodo otorgado por su compañero Alejandro Fabbri pesará en su espalda por el resto de sus días. Puchito ya no será el mismo, tampoco lo sería nunca más. Ahora estaba reconvertido, sería un hombre farandulizado, alguien poco serio, su prestigio se había ido por la borda, esta vez el amor lo había vuelto loco.

martes, 23 de abril de 2013

La palangana, el mono y el dueño del circo


(Todo contenido de la siguiente reseña es material verídico extraído de diferentes entrevistas, en ningún concepto exagerado para el beneficio del autor ni del presente artículo)


Ya remataba Guillermo, en el final de su nota, comienzo de este blog, que probablemente encontraríamos a Ricardo Daniel Caruso Lombardi invadiendo las entradas de este formato harto irregular dado en llamar Chimenea Deportiva. Dada la inclinación de este espacio, el carácter de los textos aquí desarrollados, el perfil de los (escasos) lectores, la presencia de este personaje de Villa Urquiza se antojaba poco menos que obligatoria.

Es que, estamos seguros, a Caruso (que no es un apodo como piensan muchos, sino la parte primera y más exquisita de un apellido compuesto) no le ofendería encontrarse en estas entradas virtuales.

Porque, después de investigar un poco su vida para re-homenajearlo, uno termina por entender que el ahora técnico (de nuevo) de Argentinos Juniors no es un “payaso mediático” en el fútbol, y un parco otario fuera de la línea de cal, sino que su personalidad, su impronta como entrenador y su biografía se encuentran íntimamente entrelazadas. El tano es un tipo carismático entonces, o un flor de pelotudo, eso lo dejamos a criterio del lector. De lo que no nos quedan dudas es Lombardi solo vende realidad: Para mal o para bien, es un personaje auténtico.

Allá en Villa Urquiza, localidad donde nació, creció y todavía vive, Ricardo Caruso Lombardi fue el hijo único de un letrista y una ama de casa. Abanderado del primario, transcurrió su niñez entre cuatro casas abandonadas, donde junto con sus amigos del barrio, jugaban a la guerra, tomándose a golpes de puño de una forma que el propio Ricardo definió como “brava, pero sana”. Ese carácter combativo lo terminó plasmando en su desarrollo como futbolista, donde la habilidad y técnica que lo caracterizaron en su infancia fueron dejando paso a la construcción de un aguerrido número cinco. Pero no sería el único concepto adquirido en aquella etapa que no dudó en tildar de “feliz”.

Porque Ricardo asegura que siempre (y cómo dudarlo?) fue un chico extrovertido y descontracturado. Tal es así que, junto a los compinches de siempre, montó en el fondo de su casa un pequeño circo para entretenimiento de la manzana: Había malabaristas, animales (Su perro era la estrella), equilibristas, actores y por supuesto, payasos. La pequeña Pyme adquirió entonces un peligroso pero atractivo doble sentido: Las chicas del barrio pagaban un peso para entrar al espectáculo, pero se podían quedar después de hora a bailar unos lentos, donde Lombardi aseguraba, todo terminaba a los besos. El telón cayó una noche de verano en la que una madre desconfiada arribó al lugar y comprobó la escena: Fue el primer escándalo público de Caruso. El Circo jamás volvió a abrir sus puertas.

Allí fue entonces cuando enfocó sus sueños en la práctica activa del fútbol. Argentinos Juniors lo había observado y determinó su fichaje donde llegó desde la quinta división a la primera, sin escalas. Disputó El Tano, entonces, sus pequeños partidos en la máxima división del fútbol argentino, y sin ningún pudor aseguró que Daniel Teglia lo bailó en un lateral jugando contra Rosario Central. El Gráfico lo calificó con un 6. La categoría más importante lo despidió para siempre con tres partidos en el lomo y algunos entrenamientos con Diego Armando Maradona, quien, cansado de hacerle goles al combinado que integraba Caruso en una práctica, dedicó el resto del partido en intentar voltear un nido de horneros que estaba por encima del arco.

Lo jugoso de aquella época, en la que Ricardo lloró dos veces, (primero, al ser el jugador 21 de los 20 que viajaban a Mar del Plata para hacer la pretemporada, un cordón fue su testigo; después, cuando el Bicho lo dejó libre por negarse a pasar a préstamo) es que combinó su tiempo de jugador profesional con trabajos oportunistas que le demandaban mucho tiempo. Así, de lanzado, comenzó a frecuentar negocios y a vender productos de lo más diversos: desde cervezas artesanales, esponjas o macetas, hasta baldes de plástico y palanganas. Lombardi asegura, llegó a hacerse de una cartera de 100 viveros a los cuales proveía de mercadería.

Hizo aquel sacrificio durante dos años, trabajando por la mañana y entrenando por la tarde, hasta que una mala época de su padre al frente de su taller lo obligó a hacerse cargo del negocio, que no era más que la confección de letreros. Su influencia lo llevó hasta un cabaret, cuyo dueño lo recomendó con otros 15 empresarios que le hicieron diversos encargos y lo ayudaron a superar el mal momento económico de su familia.

Ya en su etapa como jugador de Defensores de Belgrano, recibió una propuesta empresarial que lo definió como persona y le dejó enseñanzas que él asegura utilizaría más tarde en su faceta como entrenador: Un viejo conocido suyo dueño de un boliche al que solía frecuentar le ofreció alquilarlo. Ricardo Daniel probó.. y le gustó. Regenteó durante diez años una tanguearía para solos y solas. Para que la iniciativa tenga éxito, el Tano golpeaba en la nuca a los hombres de forma que, sin notarlo, inviten a bailar a las mujeres con un gesto. Hoy Caruso asegura que formó más parejas que Roberto Galán y que muchas de ellas todavía lo cruzan y le agradecen. Vemos que, a la postre, no solo serían equipos los que el DT deja armados a su partida.

Y es que Lombardi sabe mucho de parejas. Sobre todo de mujeres. Nacido con el talento de carecer en forma absoluta de timidez, afirma sin pudor que en Mar del Plata llegó a tirar redes con siete chicas al mismo tiempo y que luego las cedia a sus amigos, quedándose él con la más bonita. Sin embargo, una mancha negra en su paso por Japón ensucia su curriculum vitae de ganador invicto: Una joven oriental accedió a su seducción y a su empalagosa verborragia a la que endulzó con un “Kavai, kavai” (hermosa, en japonés), aceleró con “kisisi-kudasai”(‘dame un besito’)  en forma exitosa pero que remató, quizá demasiado pronto, con un “omankosurú” ('garchemos, dale') que la nativa tomó como una ofensa y erguida en posición de Karate, invitó a Caruso a luchar en una pelea de la que tuvo que salir a los empujones de la habitación aceptando el consejo del Checho Batista quien, conocedor del paño, le aseguro que en caso de abrir la puerta, la muchacha le arrancaría la cabeza.

Quedan y se seguirán escribiendo, entonces, muchas más historias sobre la vida de este personaje más real que mediático, más auténtico que producido. Simplemente entendí más justo darle espacio a una etapa no tan pública, ni tan repetida. Después de todo, para lo actual, Caruso nos asegura un post casi todos los días.

lunes, 25 de marzo de 2013

El Caballero Platinado


"Satanás" Páez es un perro". Decía un viejo poeta, que desconocía los dotes de tamaño futbolista. Aquel artista, se dio cuenta de sus errores cuando ya era tarde.
Mientras reflexiono sobre aquella acusación, me complace escribir algunas líneas sobre esa obra.
"Estoy viendo un video de patadas y más patadas, él se tira y los demás se quejan. No busca con astucia el gol en área rival, en cada fotograma la patada duele más. El 10 se vuelve a levantar pero Satanás se vuelve a tirar".
"Que compilado de agarrones, obstrucciones, empujones. Que catálogo. Jamás había visto tantas juntas y con tanto éxito. Sin dudas el platinado es único".
"Ese número 2 brillaba tanto como su cabellera. Cual Dios del Olimpo, Satanás se paraba frente a los rivales, los esperaba, los enfrentaba, los derrotaba. Uno a uno iban cayendo, él los apilaba con tanta facilidad y calidad que extrañaba".
En un momento recordé la frase, aquella que le escuché alguna vez; "Me gusta pegarle a la tibia con tres dedos" No pude aguantarme, me refregaba mientras unas tibias gotas corrían por mis ojos. Pensaba porque solo el caño y el amague eran valorados en este fútbol tan amargo y mezquino. Nadie siquiera se preocupó por los defensores, seres humanos que deben soportar las embestidas delanteras, sobrevivir a la ley del offside, ver la pelota pasar por entre sus piernas, empujarla a la red propia. Son cuestiones ajenas al fútbol, siempre mérito del otro, de lo distinto lo diferente.
Indagué sobre el tema. Las reglas de la física nunca me pudieron ayudar, no podía deducir que era un extraterrestre, un ser de otro planeta, un ente paranormal. Era duro el 2, era guapo, duro como un diamante, una perla, sólido como los palos de ese rectángulo que él se encargaba de defender.
"Satanás es un perro, un incomprendido, un solitario, alguien que vive la realidad a su manera. Su propia capacidad es la excelencia, esa que pocos tienen. Su propio orgullo le impedirá estar a la altura de los más grandes, porque su puesto es discriminado, dejado al margen del sistema. Será por eso que un en cada tiro libre, tiro de esquina, van con tanta exaltación ? Será por eso que cada gol se festeja como varios ?. Solo tengo una certeza, el no estará a la altura de los grandes, porque no lo necesita, al fin y al cabo Satanás es un perro."